¿Y si paramos?

¡Hola bloggeros! Hoy quiero pediros algo un poco diferente… haced un poco de memoria ¿Como eran vuestras tardes cuando ibais al colegio? ¿Hacíais muchas actividades?

Yo en primaria iba a inglés siempre los lunes y miércoles, de 4 y media a 5 y media; y los martes y jueves también una hora a natación, pero esta vez era de 7 a 8 porque mis padres decían que así llegaba a casa cansada, no daba mucha guerra y me iba a dormir pronto… 

Recuerdo que después de inglés, en cuanto llegaba a casa, hacía los deberes corriendo y miraba por la ventana a ver si estaba algún amigo mío en el parque para bajar a jugar con él. Vivo justo enfrente del parque de San Isidro, y durante esos años fue como nuestro segundo patio, después del cole.

También había días en los que, cuando mi hermana y yo terminábamos los deberes, nos poníamos a jugar o a ver alguna serie de Disney Channel. A las 7 y media solían poner un capítulo de Jessie, y nos encantaba verlo juntas… ¡qué recuerdos!, ¿verdad?



Pensando en esos momentos me doy cuenta de todo el tiempo que teníamos para jugar, para estar en casa, para aburrirnos incluso, sin tener que aprovechar cada minuto.

Y la verdad es que echo de menos esa sensación.

Hace unos días estuvimos hablando en clase sobre un filósofo que me hizo reflexionar bastante: Byung-Chul Han. En su libro La sociedad del cansancio, sostiene que antes vivíamos en una sociedad de disciplina, pero que hoy en día vivimos en una sociedad del rendimiento, donde nos exigimos a nosotros mismos a ser productivos todo el tiempo y a aprovechar las posibilidades de cada instante. Nadie nos obliga: lo hacemos voluntariamente, pensando que así seremos más felices. 

Al escuchar esto me sentí totalmente identificada. 

Como sabéis, voy a la universidad por las tardes, por lo que por las mañanas intento ser lo más productiva posible: hacer trabajos, estudiar, ponerme al día, hacer algo de deporte… y es cierto que si algún día no hago todo lo que esperaba el no sentirme productiva me produce insatisfacción. Sentir que no he aprovechado el tiempo me hace sentirme rara, como que he perdido mi mañana. 


Pero… ¿por qué nos sentimos así? ¿No llenar nuestro tiempo libre de cosas significa que lo estamos perdiendo? ¿Por qué tenemos la sensación de que sí?

Llevo varios días buscando alguna respuesta a estas preguntas que me surgieron cuando me dí cuenta de todo esto.

Quizás es porque hemos aprendido a medir nuestro valor por todo lo que hacemos, ya que inconscientemente nos han enseñado que cuantas más cosas logremos, más útiles somos, y queremos abarcar todo lo que podamos para conseguirlo, pues la satisfacción será mayor.

Si supieseis la de cosas que iba a hacer este año… Para mí empezar la universidad era entrar en una etapa nueva de mi vida en la que poder cumplir todas las metas que tenía en mi lista: sacarme el carnet, apuntarme al gimnasio, sacarme el C1 de inglés, trabajar llevando a algún niño al cole… Y no os voy a engañar diciéndoos que no lo he hecho porque me dí cuenta de que no era necesario para sentirme feliz, simplemente me di cuenta de que no siempre se puede llegar a todo. 

¿Y sabéis qué? Hoy me doy cuenta de que esto es por algo. 

Que no seamos capaces de abarcar a la vez las doscientas mil cosas que nos proponemos significa que no es necesario hacerlo todo a la vez. Significa que está bien dejar cosas para más adelante. No por ir más despacio estamos fallando, ni somos menos capaces. 

Ir mas despacio nos permite parar un poco, que también es una parte muy importante del camino. En este tiempo podemos pensar si todo lo que hacemos nos motiva de verdad o solo lo hacemos por ocupar nuestro tiempo.

Y es que como dice Byung-Chul Han, “El exceso de positividad conduce al agotamiento. Una sociedad que no permite el descanso, que no conoce la contemplación, es una sociedad enferma.”

Tal vez necesitamos más momentos de pausa para reconectar con lo esencial. Creo que toda esta exigencia en la que estamos inmersos hace que muchas veces dejemos fuera de nuestra lista de tareas cosas que sí nos hacen realmente felices pero que no son “productivas”, como pasar tiempo con nuestra familia, que ya sabéis que tan feliz me hace y que por supuesto considero esencial. Conectar con eso, con lo esencial

Bueno bloggeros, se que esta ha sido una entrada un poco diferente, pero ya se va acabando este viaje y no me quería ir sin dejar por aquí alguna de las cosas que rondan por mi cabeza tras las clases de Sergio. 

¡Espero que podáis pensar un poco en la reflexión!

Nos vemos muy muy pronto.


Comentarios

Entradas populares